Categorías
Artículos Junguiana

El complejo materno en el hombre según Jung

El complejo materno es una entidad psíquica que surge a partir del arquetipo de la madre. Como es sabido, la relación con nuestra madre, que se establece desde el principio de la vida, es de una importancia capital en los primeros momentos de la existencia, ya que ella es nuestro primer y casi absoluto centro de atención. De la madre no solo viene la vida, sino que también recibimos el alimento, y gran parte del cariño y los cuidados que son imprescindibles para el desarrollo. Sólo de una manera paulatina, la influencia paterna se va infiltrando en nosotros.

En la mujer, la relación con la energía materna es directa, puesto que ambas pertenecen al mismo sexo y se da entre ambas un proceso de identidad y resistencia. En contacto con la madre, la hija fomenta o refrena su instinto femenino, siendo ambas opciones, dos caras de la misma moneda.

Pero en el caso del varón, la cuestión se vuelve más compleja. Esto se debe a que, partiendo de una identificación completa, a medida que se desarrolla, el hijo es consciente de todo aquello que lo diferencia de la madre. El proceso de maduración del hijo hace que cada vez sea más evidente para él esa disparidad entre él y ella. Esto le ayuda a construir su masculinidad en un juego complejo de atracción y repulsión erótica que se da en el inconsciente. El hijo, por un lado, percibe a la madre como una gran fuente de energía erótica y desea convertirse en su cónyuge, pero por otro se avergüenza de ese deseo (tabú del incesto). Además, el hijo suele encontrar un rival en el padre, o en otros hombres adultos que compiten por el amor de la madre.

Cuando este proceso se complica, por ejemplo, si la madre es demasiado aprensiva o dominante, esta se convierte en una figura maléfica en el inconsciente del hijo, presentándose en sus sueños como un animal traicionero, una cueva llena de peligros, o una hechicera malvada. Esta es la base de una neurosis futura.

En todos los casos, la madre constituye la primera conexión del varón con su ánima, es decir, con la parte femenina que da acceso a su mundo interior. De este modo, toda la energía anímica del hombre vendrá marcada por esta relación temprana. Y no olvidemos que el ánima, en principio, no es una entidad pura, sino que está mezclada con elementos de la sombra.

En el varón, el complejo materno toma formas diversas. Una de ellas es la completa adherencia a la madre, dejando el elemento heterosexual unido inconscientemente a la ella. El resultado aquí es la atracción por el mismo sexo, con una especial conexión con el eros. Otra forma, aparentemente opuesta, pero que surge del mismo complejo, es el donjuanismo, que consiste en buscar a la madre «en cada hembra». El donjuán es un hombre que no diferencia a una mujer de otra, por lo que necesita conquistar a todas. No sabe que, bajo esa búsqueda ciega, lo que realmente desea alcanzar es una imposible conexión erótica con su madre. Estos hombres suelen ser fácilmente sometidos por su propia ánima. Una tercera forma de adhesión inconsciente a la madre es la impotencia. Se cumple en estos casos el mito de Cibeles y Atis, que invita al hombre a la autocastración, la demencia y la muerte.

El complejo materno tiene expresiones positivas. Por ejemplo, la sensibilidad para el arte, el gusto por la estética, o la atracción por todo lo que es bello, que se expresan con independencia de la orientación sexual. También el amor por la educación o la conexión con el pasado familiar o comunitario.

Jung da un énfasis especial a la amistad entre hombres, que no puede surgir sin un buen desarrollo de este complejo, igual que sucede con la amistad entre hombre y mujer. Un hombre que no tiene amigos o amigas íntimos, está en conflicto con la imagen materna, bien por miedo inconsciente a la homosexualidad, bien por una actitud donjuanesca.

Otro aspecto positivo del complejo materno es la receptividad espiritual, que hace del hombre, un canal para la revelación religiosa.

También puede desarrollar, de forma positiva, aspectos como el deseo de progreso, la lucha contra la injusticia, la voluntad de sacrificio, el tesón, el afán de conocimiento y el espíritu revolucionario, así como una sana virilidad. Todos estos aspectos se logran cuando el espíritu del donjuán se libera de su necesidad de perseguir fantasmas femeninos y se centra en su masculinidad. También cuando aprende a diferenciar entre su ánima interior y la mujer real que tiene en frente.

El hombre que ha actualizado su complejo materno se transforma así en un pilar de la comunidad, en un guía, un mentor, un compañero y un cuidador.

Hay que aclarar que Jung no opina sobre la homosexualidad, ni juzga al donjuán. Esas actitudes no caben en su análisis. Simplemente observa realidades humanas e intenta comprenderlas para que ofrezcan su versión más elevada.