Vivir las relaciones sentimentales representa uno de los capítulos más importantes en nuestra existencia. Los vínculos no sólo nos nutren emocionalmente, sino que traen consigo una gran cantidad de aprendizajes que nos ayudan a crecer, ampliando el horizonte de la conciencia. Aun así, en bastantes ocasiones, las relaciones no avanzan en la dirección que deseamos, el cariño inicial se desvanece, no se ven posibilidades de mejora, y en algún momento, todo se acaba.
Pocas son las personas que permanecen toda la vida unidos a su primera pareja, y para la mayor parte de nosotros, la vivencia de las relaciones es más bien un proceso de prueba y error, de ilusión, esfuerzos y algunos desengaños en el que, a pesar de todo, intentamos encontrar y construir algo mejor.
Ahora bien, no es raro observar cómo algunas personas se quedan estancadas en relaciones antiguas, ya finalizadas, y no son capaces de avanzar hacia otros vínculos más positivos. A veces, pese a todo, somos capaces de iniciar nuevas relaciones, pero los patrones negativos se repiten una y otra vez, sin que parezca haber un avance. Generalmente esto se debe a la existencia de esquemas antiguos no cerrados.
Así que es importante cuestionarse por qué cuesta tanto cerrar capítulos pasados. Las causas pueden ser múltiples, pero las más habituales suelen ser las siguientes.
- En algunas ocasiones, el apego al pasado es algo inconsciente. Creemos que el vínculo ha terminado porque ha transcurrido el tiempo, pero en realidad aún está vivo en nuestro interior. En estos casos, es fácil comprobar que la conexión no se ha roto porque nadie nuevo entra en nuestra vida. Muchas veces, estas conexiones que no terminan de soltarse tienen que ver con dinámicas genealógicas que desconocemos, que están actuando, y que requieren un trabajo de sanación más profundo. A veces también puede haber un «voto de castidad» genealógico, por el cual, la persona renuncia a las relaciones por fidelidad a una historia familiar no resuelta.
- En otros casos, lo que sucede es que se piensa que nada será mejor que aquello que experimentamos en el pasado. Esto es común cuando se tiene una baja autoestima, cuando se quiere huir de un presente insatisfactorio, o cuando la relación se cortó de manera traumática. La creencia de que «nada puede superar aquello que viví» suele ser bastante dañina y generalmente es falsa. Primero porque la memoria suele ser engañosa. Segundo porque cuando hay poca autoestima, el juicio acerca de las relaciones pasadas suele ser borroso. Tercero, porque se está viviendo en una fantasía que no concuerda con la realidad presente, que no alimenta ni calienta. Y, en definitiva, porque si nosotros estamos mejorando y creciendo interiormente, no hay motivo para que lo que venga no sea mucho mejor que lo anterior. Si tú cambias, todo empieza a cambiar. Si tú mejoras, lo que encuentras es mejor. Y siempre, siempre se puede estar mejor.
- Por último, están aquellos que se apegan al pasado través del rencor. En estos casos, la memoria exagera todo lo negativo, y la persona, en vez de trabajar ese dolor y generar algo bueno con todo ello, se recrea en su sufrimiento. La paradoja aquí es que ese rencor sólo sirve para reforzar la unión energética con el causante de ese dolor. En estos casos, da igual que haya pasado el tiempo o que se mantenga una distancia física necesaria: en el interior, la relación está más viva que nunca. Por supuesto, ninguna persona medianamente sana se acercará a alguien que esté tan lleno de ira y de dolor.
Cerrar capítulos pasados requiere un cierto trabajo interior, un esfuerzo bien dirigido que se podría resumir en dos pasos que resumo a continuación.
El primer paso en este proceso consiste en hacer una recapitulación honesta del pasado. Entender qué sucedió y por qué. Cuáles fueron nuestras motivaciones esenciales. Qué errores se cometieron y qué aprendizajes positivos se pueden extraer. Sin esta reflexión, es muy fácil caer en conductas repetitivas, y cualquier relación posterior no será sino un calco de lo ya vivido.
Descubrimos así que cada persona actúa de acuerdo a la conciencia que tiene en cada momento, que no hay culpables absolutos ni víctimas completamente inocentes. En toda relación hay elementos positivos y negativos, y cada uno busca (y soporta) aquello que su conciencia le indica como adecuado para ese instante. Hay distintos niveles en la escalera del aprendizaje y todo sirve a un propósito mayor que a veces cuesta comprender.
Esta recapitulación es algo que podemos hacer de manera individual o con la ayuda de una persona que nos guíe en el proceso, alguien que nos formule las preguntas correctas para nuestro caso particular.
El segundo paso, una vez comprendida la lección desde el punto de vista racional, consiste en hacer un cierre adecuado en el plano emocional y energético. Paradójicamente es aquí donde se dan las mayores dificultades, porque los seres humanos tenemos una fuerte tendencia a seguir patrones establecidos, aunque sepamos que son dañinos para nosotros. Este el motivo por el que no basta con «entender», sino que también hay que sentir y saber cómo actuar.
A veces el cierre requiere algún tipo de «ritual» psicológico, o quizás haya que empezar a mejorar la propia autoestima, o empezar a poner los pies sobre la tierra. En no pocas ocasiones es necesario realizar un trabajo de sanación más profundo, sobre todo cuando hay conexiones transgeneracionales que interfieren en el proceso.
También es importante saber perdonar y perdonarse, pero sin caer en un falso perdón nacido desde la superioridad moral. En los casos en que ha habido un daño importante, es necesario, antes de perdonar, hacer una confrontación interior sincera: «esto me hiciste, y me provocó este daño; esto te hice, y sé que te dañé de aquella manera». A partir de aquí hay que afrontar la rabia y el dolor, que no tienen nada que ver con el victimismo. Sólo entonces se abre paso una comprensión profunda desde el corazón, y a partir de ahí, un perdón auténtico que nos reconcilia con nosotros mismos y con nuestra historia.
Cerrar no es olvidar, ni tirar el pasado al cubo de la basura. Cerrar consiste en integrar las experiencias, valorando lo que éstas nos han aportado. Cerrar es aceptar, aprender la lección, perdonar de verdad, hacer el trabajo que haga falta en cada caso y, entonces sí, pasar página.
Esto es algo que compruebo una y otra vez: en cuanto se cierran correctamente las relaciones ya terminadas, no pasa mucho tiempo hasta que llegan a nuestra vida nuevas personas, y con ellas, nuevas experiencias. Si el aprendizaje ha sido realizado, esas experiencias siempre son más satisfactorias que el mejor de nuestros recuerdos.
Una de las claves para saber que tu trabajo personal está progresando, que tu pasado está en orden, es que cada vez se acercan a ti personas más interesantes, más abiertas, más generosas. Compañeros de camino que están deseando compartir cariño, conocimientos, amistad, amor, risas o aventuras.
A partir de este punto, la tarea es estar a la altura de esos regalos.