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Tercera Noble Verdad del Budismo

El cese del sufrimiento

«Y esta, monjes, es la Noble Verdad del cese de dukkha: la restante disminución y cese del aferramiento, la renuncia, el abandono, la liberación, el dejar ir ese mismo aferramiento.» – Buda

Los tres aspectos asociados a la Tercera Noble Verdad son: «El cese del sufrimiento se alcanza liberándose del apego. La liberación debe ser alcanzada. La liberación ha sido alcanzada».

La Tercera Noble Verdad nos invita a contemplar que «todo lo que surge, está destinado a cesar». Es decir, que mientras haya creación habrá cese. Así, el propio sufrimiento que ha sido generado, en algún momento acabará. Esta es la norma en el reino de los sentidos.

Como se indicó anteriormente, el término que utiliza Buda para designar el sufrimiento es dukha. Pero dukkha no es sólo sufrimiento o dolor en el sentido que solemos entender estos términos, dukkha es también lo insustancial, lo ilusorio. En este sentido, la propia existencia, el devenir, es ilusorio y carente de una entidad propia.

En la Tercera Noble Verdad observamos el proceso de lo que surge y desaparece, lo que solemos denominar samsara, el devenir. En cambio, el Nirodha (una palabra de significado equivalente a Nibbhana) es el cese del dukkha.

Es importante establecer la diferencia entre el cese y la eliminación. El cese es un proceso natural que sigue de forma ineludible al surgimiento. Todo lo que surge, nace o comienza lleva consigo un destino: cesar, morir o acabar. Los seres han de morir porque han nacido, las estaciones del año acaban porque han comenzado, la luz que se apaga en algún momento se encendió. Y lo que queda tras el cese es la paz.

Pero cuando intentamos eliminar algo, estamos haciendo algo que es antinatural, impuesto. La eliminación de algo nos enreda en la rueda del devenir, en el samsara. Intentar eliminar algo nos apega a aquello que deseamos suprimir, generando kamma. Por ese motivo, una de las claves de la meditación consiste en observar los estados mentales, no en suprimirlos. Así, cuando simplemente observamos el surgimiento de nuestros pensamientos, conductas o emociones, somos también testigos de su cese, sin necesidad de reprimir o negar ninguna idea, conducta o emoción. El cese viene cuando algo se deja ir, cuando se abandona o se libera, cuando renunciamos al apego.

El Dhamma (enseñanza, verdad) es algo que debe ser comprendido y aplicado aquí y ahora. Consiste en ver las cosas tal como son, en comprender la vacuidad esencial de todo lo que existe en el mundo de los sentidos. No existe un mundo externo que pueda ser observado sin un mundo interno que lo observe. Pero el observador es en sí un ser vacío, un ser que cultiva la realización de que «no hay un yo aquí adentro» (anata).

Este conocimiento o prajna es un tipo de comprensión intuitiva que va más allá del dominio del intelecto, se trata en fin de una capacidad de discernimiento espiritual que nos permite ver la naturaleza ilusoria e insatisfactoria de la realidad material. Como se suele decir: «Un arahant [despierto, iluminado] no necesita saberlo todo, excepto que todo lo que está sujeto al surgimiento está sujeto al cese.»

Por supuesto, este prajna no nos evita actuar sobre el mundo en el que vivimos:

«Hacemos las cosas porque es lo correcto en este momento y lugar, en vez de por un sentido de la ambición personal o por el miedo al fracaso.» – Ajahn Sumedho