Nuestra galaxia, la Vía Láctea, es un conjunto estelar con forma de espiral con varios brazos que mide unos 100 mil años luz de diámetro. Contiene entre 200 y 400 mil millones de estrellas, de las cuales, nuestro Sol es sólo una de las más pequeñas y marginales. Para que nos hagamos una idea, si toda la Vía Láctea midiera 100 metros de diámetro, nuestro Sistema Solar mediría apenas 1 milímetro.
La Vía Láctea forma parte, a su vez, del conjunto galáctico conocido como Grupo Local, que a su vez, está integrado en una macroestructura denominada Supercúmulo de Virgo, que agrupa a unas 100 galaxias como la nuestra. Toda nuestra galaxia gira en torno a su centro, situado a unos 27 mil años luz de nuestro planeta. Nuestro sistema solar tarda 22 millones de años en dar una vuelta completa en torno al centro galáctico.
Aunque sus coordenadas exactas se conocen desde 1918, este punto, el Centro de la Galaxia (CG) se está convirtiendo en un foco de atención muy importante para la comunidad astrológica. Este interés se debe, en parte a las teorías que relacionan la rotación galáctica con la Cuenta Larga del calendario maya, que como es sabido, termina, para volver a comenzar en un nuevo ciclo, en diciembre de 2012.
Actualmente sabemos que en el CG existe un agujero negro supermasivo, con un tamaño estimado de 44 millones de kilómetros, y que posee una masa aproximada de 4 millones de soles. Este agujero negro es una fuente de ondas de radio, denominada Sagitario A*, cuya potencia es tal que interfiere en las emisiones de radio que utilizamos en la Tierra.
En torno a este agujero negro, invisible para nosotros debido a su pequeño tamaño, se supone que hay una nube de gas y una enorme concentración de estrellas, algunas de las cuales son relativamente jóvenes. De este modo, la zona que rodea al agujero negro central es de una luminosidad muy intensa, como revelan las imágenes que poseemos de esa zona.
Astrológicamente hablando, el CG se encuentra situado en el signo tropical de Sagitario, a 26 grados y 56 minutos (posición aproximada en el año 2009) y se mueve muy lentamente de manera directa, a razón de menos de un minuto de arco por año. El CG es por tanto un punto prácticamente fijo en el cielo, idéntico para todas las personas que actualmente habitan este planeta, y que no se va a modificar de manera perceptible en el transcurso de nuestras vidas.
La posición del CG deberá ser por tanto estudiada desde el punto de vista mundano (sistema de casas), y a través de los aspectos que forma con los planetas de la natalidad. Su significado interpretativo es objeto de intensa especulación, pero dada su ubicación y características, podemos adelantar algunas ideas.
El CG es el Sol de nuestro Sol, es decir, el punto del espacio en torno al cual, gira nuestra estrella. Es una zona de inmensa energía, y como todos los «centros», lleva asociada la idea de foco, de núcleo en torno al cual nos movemos. Según algunos astrólogos, es el segundo punto más poderoso de la Carta Astral, después del Sol.
El CG es, básicamente, un punto de entrada de energía cósmica, de conocimiento estelar que llega al ser humano. Es la zona donde el cosmos nos habla, si es que queremos escucharlo. Para algunas personas, representará la voz de Dios o de su yo superior, pero independientemente del nombre que se le quiera dar, se trata de algo externo y muy poderoso que se aproxima a nuestra pequeña conciencia humana. Supone un enlace transpersonal, que nos lleva a conocimientos que superan el ámbito humano y que tienen una vertiente espiritual y técnica. Ignorarlo puede suponer una fuente de conflictos e inestabilidad vital.
Este centro se constituye como un punto de fuerza, de motivación e intensamente creativo y original. Se relaciona con inventos nuevos y con el interés por el cosmos, así como con el nacimiento de una nueva espiritualidad. A medida que ese punto se activa, tanto a nivel individual, como colectivamente, traerá una mayor comprensión de nuestro papel en el desarrollo de la inteligencia cósmica.
Como sabemos, con cada nuevo elemento que se incorpora a nuestro conocimiento astrológico, subimos un peldaño en nuestra comprensión del Cosmos. Así, es de esperar que este núcleo y, todos los trabajos que se realicen para sintonizarnos con él, adquieran mayor importancia en el pensamiento y la práctica astrológicas.