La capacidad humana de formar imágenes psíquicas se desarrolla en un área que está por debajo de la conciencia, denominada inconsciente. En una persona “sana”, estas imágenes están contenidas bajo el control del ego. Pero en los psicóticos, estas imágenes que provienen de la imaginación, sobrepasan el control del ego y se adueñan del ser.
Cuánto más profunda es una imagen, tanto más poderosa es, y requiere por tanto un control más férreo por parte del ego para ser contenida. Ahora bien, la mayor parte de las personas no son conscientes del poder seductor de esas imágenes profundas (los arquetipos), ni del hecho de que estas imágenes son producidas en todo momento por la psique.
Cuando dormimos, estas imágenes toman la forma natural de los sueños, pero aún en la vigilia estas imágenes están contenidas en los pensamientos que tenemos de manera constante. Aunque no es fácil establecer siempre una correlación entre pensamientos e imágenes interiores, ésta se da de una u otra manera.
Una característica importante de las imágenes psíquicas es el hecho de que son portadoras de poderosas emociones. De este modo, tienen una profunda influencia en nuestras decisiones, en los pensamientos y en los juicios que establecemos.
Pero ¿existe alguna manera de controlar estas imágenes para que su influencia sobre nosotros sea lo más beneficiosa posible?
Una solución consiste en comprender estas imágenes arquetípicas tan profundamente como sea uno capaz. Así, por ejemplo, si nos introducimos en el conocimiento del arquetipo de la Sombra, podremos entender cómo opera en nosotros y nos induce a tener comportamientos como el rechazo visceral al diferente, la construcción de muros mentales o sociales, una desmedida necesidad de ser “puro”, la obsesión por la higiene, por seguir las normas socialmente aceptadas y comportamientos similares.
Conseguir que estas imágenes interiores emerjan a la conciencia de un modo controlado es una tarea interesante, que ayuda a traer paz a la psique. De este modo, no estamos luchando entre opuestos (por ejemplo, entre la luz que deseamos manifestar y la Sombra que nos acecha desde el inconsciente), sino que asumimos que la existencia es siempre un compromiso entre opuestos, un camino intermedio que respeta nuestra imperfecta naturaleza humana.
La función trascendente
En este proceso dialéctico de integración de lo consciente y lo inconsciente, que da lugar a una tercera posición que supone un nuevo paso en la evolución de la persona, emerge el concepto junguiano de “función trascendente”.
El proceso de desarrollo psíquico que conocemos como “individuación”, consiste en convertirse en uno mismo, diferenciándonos de lo colectivo, asumiendo en el camino todas las partes que forman parte del ser.
Así, la función trascendente nos ayuda a entender el fenómeno psíquico del cambio y el desarrollo, ya que es ella misma, presente en todos los humanos, quien facilita las soluciones creativas para resolver las tensiones entre lo consciente y lo inconsciente, tanto en el individuo, como en la relación que éste mantiene con lo colectivo.
Ahora bien, la existencia de experiencias traumáticas tempranas pueden dificultar el desarrollo o incluso la propia activación de la función trascendente en la persona. Así, el proceso de individuación queda congelado.
En el análisis junguiano formal, es el terapeuta quien, a través de su propia función trascendente, ayuda a despertar esta cualidad en el paciente.
Pero también es cierto que, hasta cierto punto, todos podemos movilizar esta función. Para ello se necesita un cierto nivel de desarrollo del ego, ya que el embate de las olas del inconsciente puede ser muy fuerte en un primer momento. Podemos ser poseídos por la potencia emocional de las imágenes interiores, como le sucedió a Jung en su crisis de 1913 a consecuencia de la ruptura con Freud.
Para desarrollar esta función trascendente, Jung reclama el uso de material inconsciente, pero dice que los sueños no son la mejor herramienta para obtenerlo, puesto que son difíciles de interpretar y muy complejos para el soñante.
En cambio, da otras posibilidades:
- Emergencias del inconsciente en el estado consciente, por ejemplo, a través de errores en la expresión (lapsus liguae) o lapsus de memoria.
- Fantasías espontáneas, permitiendo que surjan las imágenes con mayor carga emocional.
- Imaginación activa, un método propiamente junguiano en el cual se desarrolla un juego libre con la fantasía.
- Expresar las emociones a través del dibujo, la pintura, la escultura.
- Hacerlo mediante el movimiento corporal o la danza.
- Tests de asociaciones de palabras, un método que el propio Jung exploró al comienzo de su práctica terapéutica.
Pero ¿qué podemos hacer con el material imaginativo que emerge a través de estos métodos?
Para Jung hay dos opciones. La primera es utilizarlo como punto de partida para la creación. La segunda consiste en comprender su significado. Ambos acercamientos son válidos y se complementan mutuamente.
La creatividad y la búsqueda del significado son las bases sobre las que Jung asienta su método de exploración psíquica conocido como “Imaginación activa”.
Sea cual sea el método usado, debemos comprender que la función trascendente es el verdadero motor del proceso de individuación, que nos conduce más allá de los aparentes opuestos a la totalidad del ser. Así, ella es la mediadora y la facilitadora de la fusión entre las experiencias internas y externas, con sus aspectos reales e imaginales, racionales e irracionales, de manera que puedan ser asimiladas en la totalidad de la conciencia.