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El mito personal

«Ser una persona es tener una historia que contar.» Sam Keen

«Surgió entonces la cuestión de qué era lo que yo había logrado hasta entonces. Había explicado los mitos de los pueblos primitivos, había escrito un libro sobre los héroes, sobre el mito en el que desde siempre vive el hombre. ‘¿Pero en qué mito vive el hombre de hoy?’ ‘En el mito cristiano, podría decirse.’ ‘¿Vives tú en él?’, me preguntaba. Si debo ser sincero, no. No es el mito en que yo vivo. ‘¿Entonces ya no tenemos mito?’ ‘No, al parecer ya no tenemos mito.’ ‘¿pero cuál es, pues, tu mito, el mito en que tú vives?’ Entonces me sentí a disgusto y dejé de pensar. Había llegado al límite.» Carl Gustav Jung

Es una escena familiar, que resuena en nuestro interior de un modo muy profundo.

Los cazadores-recolectores se reúnen de noche en torno al fuego y relatan los cuentos que han pasado de generación en generación, relatos que los más jóvenes escuchan en silencio y que entretejen la historia con el mito, el sueño con la enseñanza. Los mitos de nuestros antepasados explicaban, entre otras, cuestiones tan importantes como la forma en que se creó el mundo, por qué al verano le sigue el otoño, por qué determinados lugares son sagrados, por qué las mujeres sangran una vez al mes o qué sucede cuando uno se muere.

Las historias tradicionales (las mismas que dan origen a todos los libros sagrados) servían para glorificar las hazañas de los héroes antiguos, pero también para ensalzar la habilidad de los dioses tramposos; daban estructura y legitimidad a un sistema social determinado, pero mostraban también el camino de los solitarios y los santos. Contenían las semillas de la rebelión individual tanto como las del conformismo social.

La verdad es que nos sentimos humanos en la medida en que tenemos historias, relatos que contar o que contarnos. Probablemente estas historias han perdido algo de su vigor primigenio, se han desenfocado, pero, de un modo u otro, siguen vigentes en nuestro interior.

La mitología personal representa el conjunto de creencias, sentimientos, reglas de comportamiento e imágenes interiores que nos ayudan a interpretar el mundo, a construir explicaciones y a dirigir nuestro comportamiento.

La fuente de los mitos personales es la misma de donde surgen las propias motivaciones, los sentimientos, las vivencias, los sueños y las esperanzas. Es el territorio donde se definen nuestros conceptos de lo que está bien y lo que está mal, nuestra idea de lo que es éxito o fracaso, donde cumplimos el programa socio-familiar o donde nos rebelamos contra él. Nace tanto del inconsciente colectivo, como de los condicionamientos sociales y familiares que a todos nos afectan.

En ellos se escuchan los ecos de miles de voces, las mismas voces que dirigen, modulan o explican nuestros múltiples comportamientos, nuestros diversos yoes.

Según Joseph Campbell, los dominios y las metas de la mitología son, al menos, estos cuatro:

  • el ansia por asimilar el mundo natural de un modo significativo,
  • la búsqueda de un camino marcado a través de las sucesivas etapas de la vida humana,
  • la necesidad de establecer relaciones seguras y provechosas con la comunidad que nos rodea
  • y el deseo de conocer nuestro lugar en la vasta maravilla y misterio que es el cosmos.

Los mitos personales apelan a los grandes temas de la existencia, al significado que creemos que tiene nuestra vida o al sentido que queremos darle. Este significado puede estructurarse en torno a tres ejes:

  • La identidad. ¿Quién soy?
  • La dirección. ¿Hacia dónde me dirijo?
  • El propósito. ¿Por qué me muevo en esta dirección?