Este artículo forma parte de una serie sobre los Nuevos Planetas Astrológicos.
Ixión es un planeta que pertenece al grupo de los «plutinos», llamados así porque transitan en una órbita similar a la de Plutón, en la zona del cinturón de Kuiper más cercana a Neptuno. Algunos de estos planetas mantienen una relación especial con el gigante Neptuno, puesto que sus órbitas tienen algún tipo de resonancia con él. A nivel simbólico, nos están indicando que más allá de las nieblas neptunianas, que nos conducen a la disolución del ego, surgen territorios inexplorados para la psique humana.
Como todos los plutinos, Ixión recibe su nombre por un personaje mitológico relacionado con el inframundo, que, en la visión clásica, se corresponde con el reino de los muertos. En otras palabras, este arquetipo es uno de los guardianes que nos conectan con nuestro mundo interior, generalmente desconocido, y al que sólo podemos llegar si somos lo suficientemente valientes como para atravesar nuestras sombras.
Cuenta el mito que Ixión pidió la mano de Día a su padre, Deyoneo. Como éste no veía claro el matrimonio, y para facilitar las cosas, Ixión prometió a Deyoneo un gran regalo. Pero incumplió su palabra y no entregó el presente. Enfadado, Deyoneo se cobró tomando dos yeguas que eran propiedad de Ixión. Éste, cuando llegó el día de la boda, obtuvo su venganza, puesto que hizo caer a su suegro en una trampa en la que había encendido un gran fuego.
Los dioses quedaron horrorizados por el acto de Ixión, pero Zeus, que creía que todo era válido con tal de conseguir a una mujer, decidió perdonarlo. No sólo le libró de su culpa, sino que le invitó a su mesa. Pero Ixión aprovechó la ocasión para intentar seducir a Hera, la esposa de Zeus.
El gran dios se dio cuenta de que Ixión no sólo era mentiroso y vengativo, sino que, además, era un desagradecido. Así que construyó una nube con la forma de Hera, con la que Ixión, ciego de lujuria, copuló. Zeus aprovechó la ocasión para sorprender a Ixión y ordenó a Hermes que lo azotara sin piedad. El castigo sólo se detuvo cuando Ixión gritó: «los benefactores merecen ser honrados». Aun así, Ixión fue condenado a pasar toda la eternidad, atado a una rueda ardiente que giraría eternamente por el Tártaro.
Astrológicamente, este es uno de los planetas que nos enseñan el valor de la retribución, aunque por el lado negativo. Cuando nuestros deseos y nuestro ego, están por encima de todo, el castigo no tarda en llegar. Los deseos de posesión, la venganza, la falta de remordimientos o de autocrítica, son pecados que se pagan antes o después.
Este planeta se relaciona con el descenso a los infiernos que podemos experimentar si no estamos atentos a nuestros deseos incontrolados. Allí, en el Tártaro personal, nos encontramos en primer lugar con nuestra propia Sombra, que muchos intentan proyectar siempre en los demás. Ixión nos muestra el poder de esa sombra, hasta qué punto nos puede dominar y las consecuencias de ese dominio. Pero también se refiere, de manera indirecta, al poder redentor de la Sombra. Reconociendo nuestros fallos, quizás podamos lograr una rebaja de la condena.
A fin de cuentas, encontrarse con la Sombra es una forma de crecer, de entender mejor quiénes somos. Es el primer peldaño hacia nuestro mundo interior, en cuyas profundidades, resplandece la luz.
Todas las personas que viven en la actualidad, tienen a este planeta entre Virgo y Sagitario. El período de revolución de Ixión es de casi 250 años, por lo que hay que analizar su potencial en astrología mundana, aparte de cómo nos afecta individualmente.