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La dimensión Transgeneracional

La idea de que los antepasados, su influencia, sus historias, son una parte importante de la vida de las personas, se encuentra extendida entre la mayoría de las culturas tradicionales del planeta. Los ejemplos son innumerables, tanto en África como en Asia y entre los pueblos nativos de América.

En la Europa antigua, el culto a los antepasados era también un elemento comúnmente aceptado, y por eso se erigían altares hogareños para tenerlos siempre presentes. La pervivencia de algunas fiestas paganas dentro del marco judeo-cristiano actual, como la celebración del Día de los Difuntos, nos recuerda que, aunque casi borrada de nuestra conciencia, el alma familiar sigue viva y presente.

Fuera de occidente, y para los miembros de muchas culturas, es evidente aún hoy, que existen leyes genealógicas y que hay una filiación muy directa de los antepasados, incluso con aquellos que no se conocen o de los que ni siquiera se ha oído hablar. Se reconoce así una conexión que es fundamental para el bienestar de cada persona.

Pero en el siglo XX, la cultura occidental, más influida por el psicoanálisis freudiano o por el conductismo, descuidó la dimensión genealógica del ser humano, centrando su atención en el núcleo familiar más inmediato, así como en el propio comportamiento del individuo.

Con la llegada de este nuevo siglo, nuestra sociedad está empezando a recuperar algo que durante milenios formó parte de su bagaje cultural y que sólo en tiempos recientes fue rechazado: la dimensión transgeneracional del ser humano.

Así, en este campo de investigación y de sanación, están surgiendo nuevas terapias, nuevos conceptos y nuevas propuestas, basadas todas en una idea fundamental, y es que no podemos huir del sistema familiar, no podemos negarlo ni ignorarlo. De hecho, adondequiera que vayamos, llevaremos con nosotros toda nuestra historia y la historia de nuestros antepasados. Y ante la historia de la familia sólo tenemos una opción constructiva: conocerla, aceptarla, integrarla, y a partir de ahí, liberarnos y abrirnos a una nueva dimensión de la existencia.

La forma más fácil y directa para conocer la historia familiar consiste en preguntar, en interesarse por ello. Las personas de mayor edad suelen guardar la memoria del clan y se convierten así en la mejor referencia directa. El estudio de los árboles genealógicos, de los archivos y las fotografías, representan también una ayuda fundamental.

Las nuevas terapias transgeneracionales proporcionan también un marco adecuado para la comprensión y la sanación de las historias familiares no resueltas. Así, por ejemplo, Constelaciones Familiares, la terapia creada por Bert Hellinger, nos da la oportunidad de ver de un modo directo e inmediato cómo está el sistema familiar y cuáles son los nudos o las dificultades que se han generado en el clan y que tienen una repercusión directa en nuestra vida presente.

Pero como se acaba de señalar, en estos nuevos enfoques no hay únicamente un espacio para la observación, sino que se logra llegar a una sanación del conflicto, sea a través de la aceptación de lo que existe, sea por medio de maniobras correctoras que permitan crear una nueva imagen familiar interior.