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Prolongando la sensación de conexión real

Los momentos de conexión con la unidad pueden ser breves instantes que se dan de un modo fortuito, o bien pueden formar parte de nuestra vida de un modo habitual. La realidad es que podemos generar y prolongar esos estados provocándolos deliberadamente.

Estas son algunas sugerencias que nos servirán para generar estos instantes de conexión. Eso sí, para que tengan alguna utilidad, todas ellas se deben realizar conscientemente, es decir, con atención plena.

  • Buscar momentos de soledad y de silencio. Estos instantes son ideales para reflexionar, para realizar alguna práctica de meditación o de yoga, para la contemplación o, simplemente, para no hacer nada.
  • Comprometerse en seguir algún tipo de terapia, sanación, o técnica de autoconocimiento. Leer buenos libros. Mover el cuerpo, sentirlo, bailar.
  • Dedicar menos tiempo a las pantallas y a las redes sociales.
  • Participar en alguna una tarea de voluntariado, o entregar una parte de nuestro tiempo, nuestro conocimiento o nuestro trabajo, gratis, para los demás.
  • Cuidar la calidad del tiempo que compartimos con los otros. Estar presentes para aquellos que nos necesitan, o simplemente para disfrutar en compañía de aquellos que nos aportan algo bueno. Construir relaciones sanas, donde se da y se recibe de forma equitativa.
  • Terminar, respetuosamente, con aquellas relaciones que no nos benefician en nada, que nos roban tiempo y generan dolor.
  • Abrirnos afectivamente con las personas que sabemos que nos aprecian y nos respetan tal como somos. No tener miedo a sentir.
  • Desarrollar una actitud positiva ante las personas anónimas con las que nos cruzamos a diario. Proyectar sentimientos favorables hacia los demás, incluso aunque no hablemos con ellos. Desechar la envidia, las comparaciones, el desprecio o los juicios apresurados.
  • Practicar la gratitud, la amabilidad, la simpatía, el respeto.
  • Conectar con la naturaleza, adentrarse en el bosque, caminar por el campo, subir una montaña, visitar los parques, pasear a la orilla del mar o por la ribera de un río. Estas actividades conviene hacerlas en silencio si las circunstancias requieren ir acompañados de alguien.
  • Cuidar de una mascota o alimentar a los animales silvestres. También cultivar un jardín, tener unas macetas en la terraza o en una ventana. Tener una actitud de compromiso hacia estos seres.
  • Salir a contemplar las estrellas, o seguir las fases de la luna. Disfrutar de la salida o la puesta de sol.

En resumen, depende de nosotros el reconocer, fomentar y dar valor a las experiencias de conexión. Con algo de dedicación, podemos convertirlas en una parte integral de nuestra experiencia cotidiana, de manera que ganen cada vez más protagonismo en nuestra existencia. Las consecuencias, personales, sociales y globales de este trabajo interior, son inmensas y más necesarias ahora que nunca.